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dilluns, de novembre 21, 2005

20 de noviembre de 2005

Reuniones de escalera

El blues de lo que pasa en mi escalera habla de cambiar de compañía de limpieza. Como casi nunca estamos contentos con cómo nos limpian los espacios comunes de los lugares donde vivimos, casi siempre buscamos soluciones que no desesperen nuestros bolsillos. Almax contra la indigestión que provoca la suciedad y bálsamo para curar la higiene desorientada.
Nadie se plantea en mi escalera dejar de ensuciar, ni considerar que el lodo que provoca la rutina diaria es fruto del as en la manga que es la «incompetencia» de las empresas que nos limpian la querencia semanal.
Asisto diariamente a las clases de filosofía que imparte mi amigo El Ciervo en el Pub 28 y hace unos días, en su clase magistral, llegó a la conclusión de que Mr Propper se quedó calvo de tanto limpiar la suciedad ajena.Y como las cuestiones que nos ocupan habitualmente suelen tener un componente altamente económico (véase lo que está sucediendo en nuestra nación de naciones) el problema pasaba porque la empresa limpiara a menor precio y mejor. De ahí surgió el segundo de los axiomas filosóficos de la clase del otro día: ¿Cuánto más barato nos tiene que parecer el servicio de limpieza que gestionas los residuos de los demás, vamos, los nuestros?
La clave es encontrar el precio de la suciedad: en cuanto los economistas se pongan a trabajar en ello las comunidades de vecinos tendrán resuelto el problema.
Yo, para entender lo que pasa fuera de mi pueblo, intento aplicar las teorías de mi escalera. Y la verdad es que casi siempre funciona. El problema de la ley de enseñanza es que cada uno en su casa no se aclara y así es difícil aclararse en la de los demás. Lo mismo pasa con el Estatuto, y con el problema vasco, y con París,...Yo he sido de los que opinan que las grandes ciudades se convierten en pequeñas con el paso del tiempo porque el ser humano, aunque parezca lo contrario, siempre intenta entender lo que pasa en los demás sitios con el acta de la reunión mensual de su escalera en la mano. Mi teoría la valida el éxito de 13 Rue del Percebe, Aquí no hay quien viva,...El otro día falté a la reunión, pero he decidido quemar todas mis enciclopedias y asistir a cada una de las juntas, a ver si consigo entender la quema de coches en París.

dilluns, de novembre 07, 2005

20 de julio de 2005


Telediarios

Con corbata o sin ella me resulta complicado reconocer en qué cadena he decidido quedarme a la hora en que se parte el día por la mitad, en el momento del telediario. Todos me cuentan mis problemas nacionales/internacionales chillándome siempre con sus imágenes, nunca con su voz.
Por descontado y al acabar el informativo (que casi siempre acaba desinformándome de todo) me duelen más los ojos que los oídos. A veces he pensado en la casual colocación de estos espacios en la franja horaria: a la hora de la siesta y a la de plantearse qué hacer al día siguiente, y creo que atienden a que es en esos momentos cuando cerramos los ojos y vemos la televisión a través de los párpados, como avestruces del siglo XXI. Ellos siguen quemándonos el iris del corazón a través de las pupilas de los ojos. Nosotros nos defendemos cerrándolos por prescripción natural: la siesta manda.
Cuando conseguimos prestar un mínimo de atención unos tipos con pantalón corto filosofan sobre nuestro destino a golpe de esférico. Nos identificamos tanto con ellos como con los perros que sacan a pasear nuestros vecinos (en algunos casos no queda demasiado claro quién saca a mear a quién): los arrastran a mear con una correa, les llaman Deivid y cuando acaban los meten en casa otra vez, hasta el siguiente telediario.
Llega el tiempo, ese espacio geográfico imaginario en el que no reconocemos más precipitaciones que las que nos van produciendo por dentro las tormentosas relaciones con las demás personas. Pensamos, de puro egoísmo, que esas tormentas de las que hablan unos tipos con un mapa del mundo de mentira detrás se producirán en otras mesetas, que no serán las nuestras. Y cuando vemos un sol de esos que pinta mi sobrina esparciendo los rotuladores de mi desordenado espacio vital, tendemos a acordarnos de las personas que conocemos por allí y vamos poniendo nombre y apellidos a los rayos que van cayendo sobre el mapa del hombre del tiempo.
Cada vez que empieza el telediario mi vida recobra sentido, porque de la televisión sale el olorcito a arroz al horno que hace mi madre y me siento seguro al saber que el mundo sigue siendo un lugar donde adivinar (sin acertar) el tiempo que va a hacer mañana en Bilbao.

20 de septiembre de 2005

Alivio de luto



Nadie le dijo que aquello que le enseñaron no serviría para nada aunque lo que él enseñaba sería totalmente indispensable para nuestras vidas. Joaquín se ha puesto, de nuevo, un cubata por corbata y la camisa de los domingos por la mañana para presentar hoy mismo su nuevo disco. El otro día le vi, whisky limón en mano, desdiciéndose, imaginando su futuro «on the rocks». Le entrevistaba Buenafuente y, como siempre que espero algo sustancioso de una entrevista del humorista catalán, acabó por defraudarme. Es curioso que Buenafuente exprima con genialidad la vida del pianista de Parada pero que no sea capaz de generar expectación mental en entrevistas como las del ruiseñor de úbeda.

Parece que Sabina ha vuelto a fumarse el último cigarrillo. Le vuelven a cubetear la voz, los ojos y el alma. Supongo que dejará de arrastrarse por las páginas del Interviú para dedicarse a lo que nunca tuvo que haber abandonado: la música.

Me pareció entender que su vida, que nunca tuvo límites, carece de las rayas necesarias para dibujar los besos que necesita para amar lo suficientemente deprisa.

De la entrevista con Buenafuente me pareció entender que el futuro tiene un defecto de fabricación y que al día siguiente se levantaría con dolor de cabeza.

Cuando finalizó la entrevista pensé en el tiempo que hacía que no le regalaba una instantánea de fotomatón a mi vida y me fui al cuarto donde me retiro a pensar. Pero esta vez volví a relamer los discos del contador de historias más importante de los últimos tiempos. Eran cerca de las seis de la mañana pero al escuchar la discografía me di cuenta de que en su nuevo disco la vida ya no olería a sueldo de camarero.

Parece que aún fue ayer, cuando me hablaba de Madrid, cuando era tan joven. Cuando todo era más sencillo. Creo que ha pasado con firmeza por la crisis de los cuarenta y diez, como esos fornidos novios que salen por la tele portando a sus parejas a la espalda y pisoteando un puñado de infernales ascuas.Y sin embargo, cuando leo que hoy saca al mercado otro pedazo de su vida, espero ese fraseo suyo que me lleve más allá del muro de Berlín. Quiero que sea tan joven y tan viejo como lo soy yo cuando veo, sobre el horizonte, vagones en dirección al norte. Gracias Joaquín.

diumenge, de novembre 06, 2005

20 de octubre de 2005


Sinónimos y antónimos

Me gusta la sinonimia porque abre dos puertas a la imaginación y cierra una a la esperanza. Normalmente entro por la que queda abierta y me siento, con ansiedad, en el recibidor para ver pasar el debe y el haber de la vida.
Me he preguntado millones de veces si fue antes el huevo o la gallina, los culebrones o Hitchcock, Los estatuts o los Carods Roviras. Tan ensimismado me encontraba sentado el otro día frente a la televisión, preguntándome todas estas cosas, cuando volvieron a dirigirse a mi persona los informativos. Los telediarios que me nombraban a la gallina de los huevos de oro me hablaban de Cataluña. Por el contrario los que informaban sobre la gripe aviar se dedicaban a sacar informar de las gallinas sin Visa Gold y sin prisas.
éstas últimas se están acojonando por la inminente llegada de la plaga y han dejado de ser ponedoras para convertirse en caldo de pollo con forma de pastilla (por cierto, ¿las pastillas de caldo de pollo se hacen también con gallinas?...qué machista es el lenguaje. Desde aquí un saludo a la peña Starlux de Quart de les Valls)
A lo que íbamos. Puede que el problema sea mio ya que no entiendo que unos cuantos habitantes del terruño hispánico quieran tener palco VIP en Europa. Siempre he admirado a los catalanes, por muchas cosas, pero mi admiración se está disfrazando de perplejidad: es la consecuencia de unificar los términos nacionalismo e izquierda.
Si hiciera 20 grados bajo cero y nos comiéramos las raíces de las plantas haríamos como los rusos que, como el vodka sale muy caro, destilan un aceite corporal para después de la ducha y se lo beben. El otro día un hombre que salía por la tele en avanzado estado de descomposición era entrevistado sobre el impacto que estaba sufriendo la gripe aviar en sus tierras. Independientemente de que hablara ruso y estuviera borracho perdido logré entenderlo porque le miré a los ojos y no a la boca. El hombre en cuestión no entendía de plagas y decía que bebiéndose el brebaje se le pasaba el problema rápidamente. Muchos de nosotros tampoco entendemos el tema Cataluña-España, pero nos resultan familiares sus objetivos. Mañana me emborracho de champú para niños porque yo, cada día, entiendo menos cosas.