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diumenge, d’abril 19, 2009

17 de abril de 2009

Con nocturnidad y alevosía

Me fascinan los tiempos que corren porque en su carrera se olvidan de mí por las mañanas. Las tardes es otra cosa y las noches vuelven a convertirse en el sístole y el diástole de mi existencia. Ir a turnos en la fábrica que es la vida es indispensable para tener perspectiva: yo ahora voy de 22 a 6.

En éste mi nuevo turno me he dado cuenta de la atemporalidad de los periódicos diarios, extraña contradicción. Si lees por la noche el que sale a primera hora de la mañana acaba teniendo sentido todo lo que allí se dice, como cuando creces y empiezas a entender todas y cada una de las frases que paulatinamente te iban repitiendo tus padres.

Creo que es porque las personas que se dedican a hablar por las mañanas piensan lo que han dicho a mediodía y luego actúan en consecuencia por la noche, así que todo vuelve a la anormalidad.

En todo caso, me preocupan sociológicamente los temas tratados: en mi última inspección nocturna me llamó la atención un artículo en el que se informaba de que el dolor estaba muy estudiado pero que el placer es el gran desconocido en la historia de la humanidad. Así el periodista comentaba que los avances médicos se habían basado en el concepto de sufrimiento y había olvidado el placer casi por completo. Bueno, éso es lo que pensé yo al finalizar la lectura del artículo.

Es parecido a lo que me ha pasado muchas veces con Andrés Calamaro, que me quita la razón y me la da al mismo tiempo porque sus letras insensibilizaron mis sentimientos durante mucho tiempo a modo de anestesia musical. Yo siempre lo consideré como un ataque a mi sufrimiento pero ahora me doy cuenta de que es un puente tendido hacia mi reconvertido concepto de placer.

En todo caso y después de leer con detenimiento el resto de los periódicos, deberíamos pensar que la sabiduría nos puede llevar a otros sitios, pero no tendrían que estar tan lejos.

Con nocturnidad y alevosía voy a seguir en este maravilloso turno de fábrica de la vida porque, en cierto modo, soy hijo de obrero del metal. Y necesito de la atemporalidad de los periódicos porque me educa en la temporalidad de lo que me pasa cuando me levanto. Ir de 22 a 6 te permite disfrutar del día cuando es de noche y, aunque parezca una contradicción, es cuando más iluminadas se encuentran las ideas. Ustedes pensarán que lo más bonito del mundo es ver amanecer pero seguro que no se han parado a pensar lo maravillosa que es la oscuridad de la noche en la gran ciudad. Y sobre todo, el grado de atemporalidad, que lo explica todo, porque abres el periódico y te das cuenta de que sus protagonistas ya se han arrepentido de sus pecados matutinos.