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divendres, de juny 18, 2010

18 de junio de 2010

Ya no me veo en el espejo

Cada vez me parece más interesante reconstruirme pensando en las noticias que voy escuchando a lo largo del día. Aunque hoy me apetece destruirme porque me voy muy lejos, de viaje, y éso es destruir un poco el mundo cotidiano que a algunos les encanta defender por encima de todas las cosas.
Y entre la reconstrucción y la destrucción, un descubrimiento: un asiático ha inventado, por lo que se ve (nunca mejor dicho) el «espejo perfecto». Estas noticias casi siempre me sobrevienen por la mañana, cuando sólo tengo dos sorbos de cortado para reaccionar. De hecho creo que hubiera sido mucho más radical si no fuera porque me he acostumbrado a masticar la vida despacio, para que no me engorde.
Que un oriental construya un espejo «perfecto» me parece un hecho puntal. Que ese espejo tenga la virtud de reflejar las imágenes tal y como las ven realmente los demás, es un acontecimiento general, casi esotérico aunque nos lo vendan como científico. Y ésto lo digo porque para mi, la felicidad es puntual, como viajar, y que es el proceso en la búsqueda de esa felicidad lo que me llama a atención, al igual que disfruto más del trayecto que del destino. Por eso navego casi diariamente y, de vez en cuando (y cuanto más de vez en cuando, mejor) me alejo en busca de mis propios espejos.
El dato definitivo del producto creado por el avispado inventor es el precio: será caro y, por lo tanto, exclusivo, ¿saben lo que quiere decir éso?
La idea de buscar un espejo perfecto me sugiere ahora mismo tres cosas: La primera es que nos importa poco lo que somos, y tenemos curiosidad por lo que proyectamos hacia los demás; y éso nos convierte en sensaciones, que rima con frustraciones.
La segunda tiene que ver con el concepto económico: se ha constatado que el espejo será muy caro (es decir, que se venderá muy caro) Por lo tanto serán los ricos los que sepan cómo son en realidad las cosas cotidianas: las orejas, los ojos y los trozos de pipas que se te quedan entre los dientes. Y todo ésto es un hecho curioso y, además, desconcertante.
Y la tercera es, ¿qué van a hacer esas personas que desnutrieron sus cuentas corrientes de ceros a la derecha cuando se vean realmente reflejados en un espejo de esta calaña?
Lo lógico es que se reconstruyan, como lo hago yo con las noticias que voy escuchando por el día. Pero seguro que optarán por destruirse a golpe de cirugía estética, hasta que se parezcan, mucho, a la persona que deberían ser para los demás según un trozo de cristal oriental.
Cada vez estoy más convencido de que el futuro corre más que nosotros y de que jamás se le debieron tantos besos a la luna.