Alivio de luto
Nadie le dijo que aquello que le enseñaron no serviría para nada aunque lo que él enseñaba sería totalmente indispensable para nuestras vidas. Joaquín se ha puesto, de nuevo, un cubata por corbata y la camisa de los domingos por la mañana para presentar hoy mismo su nuevo disco. El otro día le vi, whisky limón en mano, desdiciéndose, imaginando su futuro «on the rocks». Le entrevistaba Buenafuente y, como siempre que espero algo sustancioso de una entrevista del humorista catalán, acabó por defraudarme. Es curioso que Buenafuente exprima con genialidad la vida del pianista de Parada pero que no sea capaz de generar expectación mental en entrevistas como las del ruiseñor de úbeda.
Parece que Sabina ha vuelto a fumarse el último cigarrillo. Le vuelven a cubetear la voz, los ojos y el alma. Supongo que dejará de arrastrarse por las páginas del Interviú para dedicarse a lo que nunca tuvo que haber abandonado: la música.
Me pareció entender que su vida, que nunca tuvo límites, carece de las rayas necesarias para dibujar los besos que necesita para amar lo suficientemente deprisa.
De la entrevista con Buenafuente me pareció entender que el futuro tiene un defecto de fabricación y que al día siguiente se levantaría con dolor de cabeza.
Cuando finalizó la entrevista pensé en el tiempo que hacía que no le regalaba una instantánea de fotomatón a mi vida y me fui al cuarto donde me retiro a pensar. Pero esta vez volví a relamer los discos del contador de historias más importante de los últimos tiempos. Eran cerca de las seis de la mañana pero al escuchar la discografía me di cuenta de que en su nuevo disco la vida ya no olería a sueldo de camarero.
Parece que aún fue ayer, cuando me hablaba de Madrid, cuando era tan joven. Cuando todo era más sencillo. Creo que ha pasado con firmeza por la crisis de los cuarenta y diez, como esos fornidos novios que salen por la tele portando a sus parejas a la espalda y pisoteando un puñado de infernales ascuas.Y sin embargo, cuando leo que hoy saca al mercado otro pedazo de su vida, espero ese fraseo suyo que me lleve más allá del muro de Berlín. Quiero que sea tan joven y tan viejo como lo soy yo cuando veo, sobre el horizonte, vagones en dirección al norte. Gracias Joaquín.
Nadie le dijo que aquello que le enseñaron no serviría para nada aunque lo que él enseñaba sería totalmente indispensable para nuestras vidas. Joaquín se ha puesto, de nuevo, un cubata por corbata y la camisa de los domingos por la mañana para presentar hoy mismo su nuevo disco. El otro día le vi, whisky limón en mano, desdiciéndose, imaginando su futuro «on the rocks». Le entrevistaba Buenafuente y, como siempre que espero algo sustancioso de una entrevista del humorista catalán, acabó por defraudarme. Es curioso que Buenafuente exprima con genialidad la vida del pianista de Parada pero que no sea capaz de generar expectación mental en entrevistas como las del ruiseñor de úbeda.
Parece que Sabina ha vuelto a fumarse el último cigarrillo. Le vuelven a cubetear la voz, los ojos y el alma. Supongo que dejará de arrastrarse por las páginas del Interviú para dedicarse a lo que nunca tuvo que haber abandonado: la música.
Me pareció entender que su vida, que nunca tuvo límites, carece de las rayas necesarias para dibujar los besos que necesita para amar lo suficientemente deprisa.
De la entrevista con Buenafuente me pareció entender que el futuro tiene un defecto de fabricación y que al día siguiente se levantaría con dolor de cabeza.
Cuando finalizó la entrevista pensé en el tiempo que hacía que no le regalaba una instantánea de fotomatón a mi vida y me fui al cuarto donde me retiro a pensar. Pero esta vez volví a relamer los discos del contador de historias más importante de los últimos tiempos. Eran cerca de las seis de la mañana pero al escuchar la discografía me di cuenta de que en su nuevo disco la vida ya no olería a sueldo de camarero.
Parece que aún fue ayer, cuando me hablaba de Madrid, cuando era tan joven. Cuando todo era más sencillo. Creo que ha pasado con firmeza por la crisis de los cuarenta y diez, como esos fornidos novios que salen por la tele portando a sus parejas a la espalda y pisoteando un puñado de infernales ascuas.Y sin embargo, cuando leo que hoy saca al mercado otro pedazo de su vida, espero ese fraseo suyo que me lleve más allá del muro de Berlín. Quiero que sea tan joven y tan viejo como lo soy yo cuando veo, sobre el horizonte, vagones en dirección al norte. Gracias Joaquín.
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