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dimarts, d’abril 18, 2006

20 de mayo de 2005

Hay que travestirse

Ahora los japoneses de sexo masculino no disfrutan del femenino perfume matutino, del color de las blusas ni del airecito que se mueve al compás de las faldas. Unos pocos han conseguido que la mayoría padezca una extraña sensación de soledad en los vagones del metro a primera hora de la mañana.
He detectado que los paises «civilizados» tienen una extraña tendencia a ser gobernados por las minorías. Basta mirar quién tiene la sartén por el mango en nuestro país. No me acuerdo del triste porcentaje que sacó Esquerra Republicana de Catalunya en sus elecciones pero me acuerdo todos los días de que gobiernan a la mayoría de los españoles.
Pasa una cosa parecida en las reuniónes de amigos: cuando vas a cenar siempre hay una o dos personas a las que no les gusta comer en restaurantes chinos y se acaba imponiendo la democracia. Pensamos que estamos cometiendo un acto de cortesía pero lo cierto es que la cena gira ciento ochenta grados y acabas cenando, como siempre, de tapeo (es lo que tiene el conformismo denominado de cortesía, devora los estados democráticos a dentelladas).
Otra extraña consecuencia del exceso de democracia es la planificación de las leyes que la explican en toda su extensión. Ahora no basta con tener pareja, contribución e impuesto municipal de vehículos: los que se pelean por televisión en los debates sobre el estado de la nación han decidido que las parejas tienen que hacer un cuadrante para compartir las arduas tareas del hogar.
Yo tengo demostrado que la anarquía es el método menos problemático a la hora de mantener estable una relación. «Yo no plancho una camisa en casa», le oí decir a un amigo de barra en una conversación de cerveza con tapa. Y así lleva el hombre 15 años seguidos, matrimoniándose de felicidad.
Ayer le dije a mi pareja que había lavado la mitad de la ropa sucia del cesto por prescripción política. Llevamos toda la semana travistiéndonos: yo me pongo las bragas que quedan limpias y ella se enfunda mis calcetines blancos para trabajar (esos con rallas rojas y azules). Nos van a echar del trabajo en las próximas semanas pero que no se diga que no somos buenos ciudadanos, ¡carajo!