Irma la Dulce tuvo la culpa
A mí, Billy Wilder me enseñó la diferencia entre la risa y la comedia. Queda suficientemente evidente que lo segundo es lo que aprendí y que, a raíz de ello, empecé a valorar lo primero. Y lo recordé el otro día porque lloré viendo, por novena vez, Irma La Dulce. Me pareció curioso darme cuenta de lo poco que me conocía, lo lejos que se queda uno de su propia esencia y lo cerca que pensamos, muchas veces, estar de los demás.
Estar lejos, por lo tanto, acerca: es una miopía extraña ésta que acostumbra a mirar desde lejos las cosas, a ver con nitidez y con la alevosía del tuerto: controlar el mundo con un sólo ojo ahora por estos tiempos que corren en los que está mucho más de moda cerrar los dos.
A veces miramos sin entendernos y por eso no nos vemos por las aceras, y nos cruzamos en los semáforos que pintan de rojo-amarillo-verde el yo-ahora-aquí que nos intenta explicar. Nos paramos en seco en el yo, nunca hacemos caso al ahora y pasamos deprisa con el coche de la vida por al aquí, no vaya a ser que nos pille in fraganti, otra vez, nuestro propio desconocimiento.
Y es por ésto que me gusta mucho más el mar para viajar. La incapacidad del hombre para plantar semáforos en el medio acuático me seduce: lo han intentado con bollas y con señales visuales, pero los faros se divorcian de los cabos y se jubilan anticipadamente; y las bollas desertan de su posición en el agua en las guerras que libran las corrientes.
De pequeño me aterraban los balones deshinchados, porque perdían su condición de balón un día al levantarte por la mañana: es lo que tiene llenarse sólo de aire, acabas arrugándote, convirtiéndote en un pellejo sin forma. Yo por ahora voy a seguir estando lejos, mirándome con esa miopía extraña que lo explica todo porque no te deja ver lo que realmente nos apetece mirar; y seguiré siendo ese tuerto voluntario y con carné, y con ojos que todo lo miran,...y con ojos que todo lo ven cuando se gira la cara por la mañana, al otro lado de la mesita.
Creo que por eso lloré el otro día, mirando Irma La Dulce: me sentía como un balón deshinchado, me apetecía viajar por el mar, a veces me miro y no me entiendo, y por último me siento muchas veces cerca de las cosas que tengo lejos. Y viendo a Jack Lemmon querer sin prisa a Shirley MacLaine por un barrio lleno de prostitutas y verduras, me di cuenta de que todo ésto es mucho más fácil de lo que parece, que los artículos se escriben en los sueños y se entienden cuando uno está bien despierto y que la diferencia entre la risa y la comedia es un beso en la mejilla entre los protagonistas de la película que, el otro día, me hizo llorar.
Estar lejos, por lo tanto, acerca: es una miopía extraña ésta que acostumbra a mirar desde lejos las cosas, a ver con nitidez y con la alevosía del tuerto: controlar el mundo con un sólo ojo ahora por estos tiempos que corren en los que está mucho más de moda cerrar los dos.
A veces miramos sin entendernos y por eso no nos vemos por las aceras, y nos cruzamos en los semáforos que pintan de rojo-amarillo-verde el yo-ahora-aquí que nos intenta explicar. Nos paramos en seco en el yo, nunca hacemos caso al ahora y pasamos deprisa con el coche de la vida por al aquí, no vaya a ser que nos pille in fraganti, otra vez, nuestro propio desconocimiento.
Y es por ésto que me gusta mucho más el mar para viajar. La incapacidad del hombre para plantar semáforos en el medio acuático me seduce: lo han intentado con bollas y con señales visuales, pero los faros se divorcian de los cabos y se jubilan anticipadamente; y las bollas desertan de su posición en el agua en las guerras que libran las corrientes.
De pequeño me aterraban los balones deshinchados, porque perdían su condición de balón un día al levantarte por la mañana: es lo que tiene llenarse sólo de aire, acabas arrugándote, convirtiéndote en un pellejo sin forma. Yo por ahora voy a seguir estando lejos, mirándome con esa miopía extraña que lo explica todo porque no te deja ver lo que realmente nos apetece mirar; y seguiré siendo ese tuerto voluntario y con carné, y con ojos que todo lo miran,...y con ojos que todo lo ven cuando se gira la cara por la mañana, al otro lado de la mesita.
Creo que por eso lloré el otro día, mirando Irma La Dulce: me sentía como un balón deshinchado, me apetecía viajar por el mar, a veces me miro y no me entiendo, y por último me siento muchas veces cerca de las cosas que tengo lejos. Y viendo a Jack Lemmon querer sin prisa a Shirley MacLaine por un barrio lleno de prostitutas y verduras, me di cuenta de que todo ésto es mucho más fácil de lo que parece, que los artículos se escriben en los sueños y se entienden cuando uno está bien despierto y que la diferencia entre la risa y la comedia es un beso en la mejilla entre los protagonistas de la película que, el otro día, me hizo llorar.
1 comentari:
Lo importante no es lo que hicimos es lo que hagámos. Esta bien recordar tiempos pasados pero hay que luchar por lo que uno quiera ya abrá tiempo de lamerse las heridas cuando esto termine.
Tienes razón a veces hay que ver de lejos para acercarse.
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