Un juguete antes de navidad
Por aquel entonces lo recordaba todo completamente, así que me entristece todo lo que olvidé de ella. En medio del salón veía a los indios y a los vaqueros, finalizados, la creatividad del juego se deshacía desde el momento en que el indio, congelado, ya estaba con la postura finalizada, y el vaquero, y el caballo. Yo ya sabía que no necesitaría psicólogo de mayor si podía entender la huella que me dejaban los juguetes con los que exprimía el tiempo.
Me entristece, de ella, su tumba caliente, los pies desnudos, la boca abierta y partida; a parte de que todo aquello que no recuerdo es mucho más importante que las cuatro cosas que retengo en la memoria.
Por la mañana, en el salón, solía desplegar todo tipo de juguetes que, en sí mismos no lo eran, pero que me permitían jugar a otras muchas cosas. La desilusión de la ilusión era de las pocas expectativas que podía cumplir.
Al caer la tarde, siempre tenía en la mente desguazar el termómetro y vaciar el mercurio sobre la mesa... Ya me daba cuenta de que algunas cosas se ven perfectamente y te sirven para mucho, pero ni las puedes coger ni puedes retenerlas en ningún otro sitio que no sea el suyo.
Efectivamente, en el manual ya ponía que eras complicada pero no me pareció más difícil resolverte que montar el puzle de las provincias de España, en aquel salón, ni solucionar aquel en el que tenías que formar los seis o siete continentes.
Por la noche bajé del armario El tragabolas. Me lo habían regalado hacía tiempo pero no sabía muy bien por qué razón no lo había sacado de la caja. Me gustaba, ciertamente, y era posible jugar con otros niños, por lo que me parecía mejor todavía.
Y llegué hasta aquí, por la mentira de un tango cobarde. Ya procuro hacer poco caso a los amigos, así que hacer lo propio con los tangos me parecía lo más lógico. Soy mal arquitecto y no reconstruyo bien a las personas por lo que me hicieron o me dijeron en su día. Pero en las distancias cortas, soy terriblemente audaz.
Cuando saqué del envoltorio El tragabolas entendí claramente que me gustaba más el reflejo del edificio en las ventanas que el edificio de verdad. Sólo tocarlo me provocaba una certidumbre terrible. En ese momento no había ningún vecino en la escalera con quien jugar. Siempre quería saber qué hay dentro de las cosas, y acabé desguazando palabras. En la caja, El tragabolas... Sólo había que poner las bolas en medio... Las dejé y comencé a comer. Sólo con la primera bola que capturé se me hizo un tremendo nudo en la garganta. No me divertía lo más mínimo... Había dejado de ser un niño.
Encara queda nit. Ets la meua data de caducitat. Totes les postures que fas en el cos et deixen nua l'ànima. Sóc millor presa en meitat d'un centre comercial que en meitat de la selva.
3 comentaris:
No hay palabras para expresar el sentimiento que me invade al finalizar esta lectura. Es pura poesía en prosa. Alucinante.
Yo lo denominaría prosa de bar de altas horas de la noche... Cualquier otro calificativo me parece excesivo.
Un abrazo, xiquet!
¡Uy!
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