Palabra en servilleta de bar
En algún momento de no sé qué noche escribí en un trozo de servilleta de bar de carretera que los seres humanos que no deshojan las margaritas no recibirán coronas de flores el día de su sepelio. A veces me asusta lo que escribo y no hay semana que no vacíe el morral que llevo perpetuamente de papeles, por si acaso se le ocurre regresar a esa persona que soy con un bolígrafo en la mano.
Lo mejor de todo es que si juntas las cosas que apunto día sí, día no, sale la mayoría de las veces un texto completo (sin sentido pero con una extraña forma de texto que resulta altamente paranormal) A mí ya me parece algo más o menos normal porque no lo pienso. Mi normalidad suele ser directamente proporcional a mi ignorancia.
Quizá por eso algunos amigos dicen que no entienden lo que escribo, que les parece deslavazado, sin atar, menguante, despreocupado y con un cierto aire de texto inservible que no pueden dejar de leer. Yo lo he atribuido siempre a que me intereso, como un perro, por lo que puedo oler a ras de suelo. Y miro desde abajo, moviendo la cola de lado a lado de la calzada.
Es cierto que escribir sobre lo que se escribe no está de moda, es un color del arco iris que ya no se lleva ni en el mango de los paraguas, pero hace pensar en aquello de que sabe más el tonto en su casa que el sabio en casa del tonto. Y en ese sentido creo saber más que los demás del origen de los textos que escribo: todos salen del fondo del morral.
Y en ese fondo es donde aparecieron hace unos días unas palabras arrolladoras. Sabía que no eran mías porque tenían sentido por sí solas y no dependían de otros trozos de servilleta de bar de carretera que las convirtiera en texto completo: “te dejo frente al mar/ descifrándote sola/ sin mi pregunta/ sin mi respuesta rota”
Ayer, ese trozo de servilleta que creía completo se apuntó a la moda de las servilletas de bar de carretera de mi morral. En página impar se veía en el periódico la cara que algún día tendrá la poesía si se somete a una operación quirúrgica: nos había dejado solos Benedetti, el poeta de los sueños locos.
Quiero que nunca más me de miedo a meter la mano en el morral, sacar un papel y leer lo que alguna noche en algún lugar escribí. Sueño deshojar una y mil margaritas para no tener que recibir coronas de flores en mi funeral. Y quiero, alguna vez, llegar a vender palomitas de maíz en los cines en busca de aquello de que la felicidad es la antesala de lo que uno debería considerar que es su propia felicidad. Mientras tanto, me quedo por aquí, “estaré donde menos/ lo esperes/ por ejemplo/ en un árbol añoso/ de oscuros cabeceos”
2 comentaris:
...quedo sin palabras... sólo con un ligero escalofrío que recorre mi cuerpo y mi alma al descubrir (por fín!) que soy algo + que "un amasijo hecho de cuerdas y tendones; un revoltijo de carne con madera... 1 instrumento sin mejores resplandores...". Descubro que no estoy sola en mi "presunta locura", ésa que me impulsa casi a diario a arrojar lo que "la razón de la sinrazón" (precisamente a la que yo soy fiel) trata de mostrarme... más q con palabras, me quedo con todo lo que he sentido al leer esa "VERDAD" que ha rellenado mi morral más profunda... UNA MARAVILLOSA expresión de sinrazón... TODOS MIS RESPETOS!
Si Silvio Rodríguez te descubre que eres algo más que éso que parecías ser, no vas por mal sendero, por mala esquina, por mal invernadero de flores amarillas contra la buena suerte, por mal te espero,...
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