Te pienso ¿sabes?
Soy de esos que llevan siempre en el bolso papel y boli, y de los que se paran a fotografiar con palabras los besos que le tira la gente a la vida. De los que reducen y caramelizan el mundo a cuatro frases mal dichas y presuntamente bien escritas (la presunción es el gran avance del siglo XXI) Pero se me pone un nudo en la garganta y se me aprieta en forma de corbata cuando veo la literatura de la calle embadurnando las paredes de las autovías, llorando por entre los cauces de los ríos, cuando leo con asombro, las muestras de cariño por las autopistas. Y me estremezco (no lo puedo evitar) con ciertas frases de novios con acné y agujeros en el bolsillo dedicadas a sus Venus de Milo, a sus Venus Afroditas.
A veces recorremos cientos de kilómetros dentro de los coches y dejamos de entender que estamos pasando por los lugares, al igual que algunas personas pasan por la vida de los que le rodean sin dejarse oler y sin impregnar de sus aromas a los demás. Por eso me fijo en las pintadas de las carreteras, por involucrarme con la literatura de los héroes del asfalto. Pedí opinión a los doctores de la calzada y llegué hasta mi amigo Ramón, el camionero. Me hablaba de una muy especial que vio alguna vez por Castellón, «Beatas sanguinarias al poder». Según parece nadie sabe qué quiere decir pero impacta y tiene un aire de romanticismo evidente. Las que hablan de independentismo son las menos originales y abundantes: todo acaba reduciéndose a mirarse al ombligo para pedir más. La que más me gusta es la que veo todos los días al ir a trabajar,«Viva el Fari», es espeluznante por su tamaño, color y contenido, por su siniestro toque de españolidad.
Es de viaje y escuchando música cuando mejor se saborea la literatura de los puentes. Me da rabia que los cd´s no tengan surcos, porque así no se hieren las canciones, y las canciones (no nos equivoquemos) nacieron para herir, pero sobre todo, para ser heridas. Y mientras sonaba en el coche sin daño alguno un tema de Led Zeppelin, no hace mucho, vi pasar como un rayo ante mí una de esas pinturas rupestres prima hermana de la melancolía, «Te pienso, ¿sabes?» rezaba la pintada sobre un puente de la carretera.Quise analizar sintácticamente el fragmento pero cuanto más me esforzaba en ello menos sentido iba teniendo la pintada. Pronto entendí que el amor no entiende de filologías. Lo que yo interpreté, después de varios minutos, es que la persona que lo escribió nunca se podrá olvidar de la persona a la que se lo escribió. Ya no me quedan más palabras, más hipotenusas en la chistera que sacar, más verdades que repartir entre las personas que me importan: Os pienso, ¿sabéis?