La ciudad
Todavía recuerda la noche que le dijeron que iba a vivir, el resto de su vida, en la capital. El invierno había llegado a su aldea al mismo tiempo que la comunicación de su cambio de domicilio; y la nevada fue tan grande que el cartero no pudo llevar la noticia de su marcha hasta la noche siguiente.
Como se había alejado de su caserío, sin éxito, en tiempo y espacio, le resultó difícil pensar qué cosas le serían fundamentales y qué cosas transitorias.
Una de sus primeras dudas fue si llevar consigo el sombrero y el paraguas. Abandonó ambas ideas porque, en el fondo, le preocupaba poco el clima de la ciudad y había leído en los libros que las metrópolis, por definición, se protegen siempre de los entornos físicos.
La segunda duda era menos personal: no sabía cómo despedirse de alguien ni había visto ninguna actitud animal que le pudiera servir de referencia. Simplemente se iba a marchar.
Por último, se despidió de sus padres. Se habían dicho tan pocas palabras hasta ese momento que no necesitaron términos enteros para separarse. Trocearon algunos de los que se habían aprendido con los Franciscanos, las juntaron como si estuvieran guisando algo rico, festivo y excepcional. Se dijeron tantas cosas, sin pronunciar una sola palabra conocida hasta ese momento, que estuvieron a punto de inventar un nuevo lenguaje.
Cuando llegó a la ciudad, sin sombrero ni paraguas, pensó que le hacían falta no porque lloviera (él tenía claro que las ciudades no pagaban IBI climatológico) sino porque todas esas personas que estaban allí con él, por las calles, pisándole los pies en los túneles de los transportes públicos... todos ellos estaban allí junto a él pero no se veían. Para sobrevivir intentó cerrar los ojos y oler hacia dónde soplaba el viento fresco, pero estaba capado en todos los sentidos. Quiso escuchar la conversación de la mesa de al lado y no pudo. Estuvo, tocó, participó. No se le puede achacar nada.
Llegaron otros inviernos, y muchas anunciaciones. Él se intentó curar de todas estas cosas mirándose a un espejo de tienda de franquicia, y se le calló la mirada.