Unidades de medida
La primera vez que la vio, Hans supo que convertiría a Sophie en su unidad de medida; sobre todo por cómo odiaba terriblemente el tiempo que pasaba sin tener acceso al olor de su pelo.
El día que se dio cuenta de ello había bajado a destruirse por los bares del Barrio Bajo, suicidando todas las opciones de hablar con nadie; bebiendo licores destilados en alambiques abandonados. Fue el mismo día en el que los noticiarios hablaban del incendio en la ciudad y del choque entre un autobús escolar contra un coche de recién casados. Coincidió con un día de cuartos de final de algún deporte y con el ruido rabioso de los coches y los aviones. Además, la noche lo había abandonado con una dureza terrible, como si el silencio de las habitaciones de los hoteles de carretera le hubiera cantado al oído que lo odiaría para toda la vida.
Durante esa noche, la noche de ese día en concreto, no tuvo reparos en considerar que la gente que le rodeaba formaba parte de un multitudinario e infeliz desfile militar. Y que las personas que se abrochaban el uniforme lo hacían para tatuar en su pecho que no querían ser amados por los portales. También visitó los bares del puerto marítimo, preñados de olor a cuerpo y hierro oxidado, y a mentiras de camarote internacional.
Fue la primera vez que la vio, cuando entendió que había que invertir en una cuota de su cuerpo, que había que ir robándole, poco a poco, parte de sus noches.
Ya era de día, aunque fue un acto de fe darse cuenta, porque hay gente que sale del infierno y nunca en su vida es capaz de darse cuenta. Intentó amarla, como quien quiere indagar en los sentimientos de alguien, muy militarmente. Luego supuso que necesitaba una táctica, una de esas estrategias que tienen como objetivo quedarse la vida entera al lado de alguien. Una vez que ocupó sus lunas, tuvo el remordimiento de no haber hecho lo propio, ya que estaba, con sus soles.
Fue en ese primer momento en el que la olió, al pasar, como un lobo a su presa; en ese espacio de tiempo, en el que Hans rozó la bolsa de la compra con la bolsa de la compra de Sophie, en medio del pasillo de ultracongelados. Allí la convirtió en su unidad de medida.