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divendres, de setembre 21, 2012

20 de septiembre de 2012


Carta de un ciudadano a una dama, también ciudadana

Querida dama: 
He tenido que volver a los bares y a los gimnasios de barrio para sentirme el urbanita de tus besos, ése que siempre fui. 
En los bares casi todo el mundo huele la llegada del otoño, y se vuelven a llenar las barras de reclusos del vaso lleno, al abrigo de los cambios de horario. Cada cierto tiempo, también, los rincones. Casi todos los habitantes no sueñan con Roberts Redfors sino con rozar con sus labios los bordes de los vasos de los cubatas. Cada cual entiende su muerte a plazos como una especie de suicidio mental. Todos parecen esperar a que llegue la hora de cerrar para volver a quedarse allí, dentro, inquietos y amantes, con ganas de desear nuevos pasos del tiempo. Cada cual se refugia allí, en medio de una terrible tormenta de falta de cariño. Otros lo hacen por exceso, en medio de la retina del huracán. Yo, ahora he tomado la determinación de acompañarlos durante una temporada. De hecho, he vuelto a los bares de barrio, a todo éso, y a casi nada más. 
También volví a los gimnasios de barrio con idéntico objetivo. Donde cada mirada es una gota de sudor que viola tejidos. Es un mundo inmóvil que tiene, como último objetivo, mover mundos. Disfrazados con poca ropa, cada uno hace el amor, visualmente, con alguien terriblemente invisible. Sólo a golpe de metal, cuando se suicida una pesa contra el suelo, se oye algo sensato. Es el lugar donde todo se ve a través de los espejos, sin Alicias... casi nadie llega a mirarse realmente nunca. Efectivamente es un lugar maravilloso donde perder las llaves de casa y la mirada. Parece uno de esos sitios donde se hacen cursillos intensivos para momificar el tiempo, donde se acaricia la vida sin yemas. Aún así hay espacio para recordar que es necesario ser el urbanita de tus besos 
Volver a los bares y a los gimnasios, para sentir lo que uno siempre fue, parece un gasto innecesario... pero no lo es. Todo lo contrario. El motivo de volver, casi siempre es tripular barcas en medio de tu océano.  En los bares ya he decidido rincón donde quererte, bebida que tomar, tiempo que quedarme y cariño que derrochar. En los gimnasios tengo claro donde apartarme, en que espejos mirar para olvidarte y el horario perfecto para apuntarme a las clases de observar. 
Pero ya sabe usted que,  hacía tiempo que un silencio suyo tan breve no me entristecía tanto, que no escribía una carta en medio de un infarto. Hacía, realmente mucho tiempo que no paseaba por tu cuarto con ese paraguas blanco color luna llena, que iluminaba el lunar de la comisura de tu cuello, todos los días. 
Atentamente: 
El urbanita de tus besos