Ahora
entiendo qué quiere decir ‘antes’
Antes recorría
aquella senda como el borracho se llena de vida, de bar en bar, por las calles
de la apagada ciudad. El caminito bajaba de la Calle Larga hasta el río, y allí
se cortaba con el amarillo de la era, el verde del pinar, el azul del cielo. A
poco que lo pensara podía bajar hasta la vena de agua con los ojos cerrados y
el corazón abierto.
Ahora tenía
miedo de mancharse, y por eso miraba mucho el suelo. La muerte le había
invitado aquella tarde al pueblo pero sólo era capaz de acordarse de lo que
había vivido.
Antes, años
atrás, sabía dónde estaba cada piedra, pero nunca las había visto
detenidamente, como ahora...ni se había fijado en su color, ni en su forma. En
otros tiempos había llegado hasta allí en autobús, peregrinando durante todo un
día, y con el recuerdo de su padre cantándole el orden de los pueblos que
desembocaban en este.
Ahora,
mientras bajaba la senda, oía el río calmado. Y no le excitaba por estar
preñado de truchas, ni por comprobar la frialdad del agua: ahora le inquietaba
su murmullo tierno, su fluir sincero. En definitiva, le importaba cómo
orquestaba la calma de la chopera.
Antes,
atropellaba a su sombra sin percibir los gritos de nadie, escuchándose la
respiración. Tenía tanto miedo contenido que se mojaba las manos en el agua y
dejaba que le cortara la piel, que la dejara morada. Le parecía una magnífica
banda sonora de su vida.
Ahora bajaba
hacia el río, agarrado a lo que recodaba y acompañado por lo que había
olvidado. Llevaba los bolsillos llenos
de relojes de bolsillo. Había llegado hasta allí con un presupuesto temporal
triste e iba a consumirlo todo al lado
del río.
Antes, en
cambio, descendía a la arboleda sin pasamanos y llenaba de piedras de colores
los bolsillos, que es donde un chico de esa edad tiene la inteligencia. A penas
le importaba el paso del tiempo, completamente imperceptible. Las horas eran
columpios con estrellas en medio del mar de dudas del camino a la chopera.
Ahora se había
sentado en un lugar pensado, para pensar por qué era allí donde se había
sentado. En cambio de chico, siempre corriendo detrás de El Goyo, no hacía mas
que pincharse el culo con la aguja del pajar.
Ahora parecía
oír a las ovejas bajar de los pastos de los Montes Universales hacia el pueblo.
Parecía oler perpetuamente a leña recién cortada, y también le parecía estar
escuchando discutir dulcemente, a Manolo y a Felisa, sobre la altura del
pantalón y la posición de la correa,...o sobre otras cosas mucho menos
importantes.
Ahora se fue
oliendo a chorizo de orza y a leche de cabra, con un beso de enorme
agradecimiento en el pecho, que es donde ESE chico de ESTA edad tiene AHORA la
inteligencia.