La vida es un plumero
El acto de partir algo por la mitad es, desde hace tiempo, un acto de cobardía de límites catastróficos. Parece evidente que los ecologistas parten el ambiente porque no se atreven a defenderlo en toda su extensión. Resulta que el Medio Ambiente es más fácil preservarlo por mitades: entero da miedo hacerlo.
Hace tiempo tuve un maravilloso despiste en mi primer año de carrera, cuando en medio de la clase de literatura medieval le pregunté a mi compañero qué era Medio evo (que no un evo entero)Yo se lo había oído al profesor en un momento en el que bajé de mi nube (a mi manera, estaba haciendo literatura medieval) y acabamos los dos fuera de clase y las carcajadas de mi compañero se oían desde todos los rincones del aulario y nunca supe por qué alguien había partido un evo por la mitad,...ahora lo sé.
El miedo al tiempo es como un fantasma alquilado en un castillo alquilado: nadie sabe por qué pero asusta. Así, nos atrevemos a decir que comemos a mediodía, pero nos aterra hacerlo a las 12 de la mañana, así que nos damos dos horas de respiro y con ello fabricamos, sin querer, días de 28 horas.
Pero si hay algo que me perturba es el mundo de las frases hechas por personas que llevan media vida intentando comunicarse con ellas. Cuando alguien te pregunta dónde está tu media naranja me viene a la cabeza un cítrico rebanado en multipropiedad sobre un plato de esos de fondo de frutas con colores. Como también nos asusta el concepto de hombre entero, pues éso, la sabia literatura popular se encarga de recordarte que eres una rica naranja incompleta. A ustedes les parecerá una tontería, pero a mí me intimida.
Entre las cosas partidas que me han pasado últimamente, me ha fascinado la de una persona subtitulada que se dedicaba a partir cerdos de pata negra con la precisión de un cirujano de serie televisiva. El matarife no tenía desperdicio y su objetivo era la simetría. Todos los golpes estaban pensados para apoderarse del cuerpo del cerdo a partes iguales, en busca de la mitad. Además decía que había pasado media vida haciendo lo mismo y que la otra media no la recordaba. Entre golpe y golpe de cazalla el hombre subtitulado iba recorriendo con el catálogo de cuchillos los diferentes órganos del animal. En un momento determinado me quedé medio dormido y cuando desperté ya estaba La tienda en casa. Pensé: Por fin, un espacio televisivo donde la realidad es entera, completa y maravillosa. Nadie se plantea venderte medio plumero de esos que aterran al polvo y lo engullen. No compré el plumero porque el polvo no me molesta lo suficiente pero acabé durmiendo plácidamente, hasta el día siguiente, en el que fui completamente feliz.