Mortadelo y Filemón
Cuando vivía en Baladre pasaba de mi terraza a la del vecino por la ventana para leer, junto al Mariano, las últimas viñetas de Mortadelo y Filemón. Se compilaban en el Super Humor, como se compilan las naranjas en los frutales por otoño y se dejaban devorar y se dejaban manchar de chorizo,...Mucho antes de ésto ya leía a Roberto Alcázar y Pedrín, y al Guerrero del Antifaz. Los cambiaba en el mercado y por los quioscos, y los amontonaba en el cuarto, una vez deglutidos, esperando que salieran del papel para ayudarme a enfrentarme a las aventuras de la vida. Luego me dijeron que eran “fachas” y que debería darme vergüenza haberlos leído; pero ya no me da vergüenza nada de lo que hice, sobre todo si fue con el corazón.Por eso, cuando me encontré hace tiempo con Frank Miller recordé los tejados por los que leía y los quioscos que frecuentaba. Todo se convirtió en una especie de vida pintada con la ilusión del trazo fino y de la mente astuta. Pero ya no vivo con ventanas que dan a los tejados de los vecinos, ni encuentro quioscos que me cambien la ilusión por un precio razonable.Por otra parte nunca llegué a entender las viñetas dedicadas al público femenino: Esther y su mundo, Lily, Jana y otros similares. ¡Uf!,... aquellos planteamientos tan enrevesados se me escapaban de las manos. Para colmo tengo una hermana que se llama Esther y ella estaba todavía más en su mundo que la ficticia, por lo que nunca me pude aclarar del todo.Siempre encuentro un motivo por el que acordarme de estos puntos oscuros de mi oscura juventud, pero en estos momentos no lo consigo. Y no es nostalgia, sino todo lo contrario. Si recuerdo siempre es para alegrarme de ello. Por eso una mañana de abril le regalé a una chica, en el patio del colegio, una hoja de mi tebeo preferido con dedicatoria y mancha de chorizo. Era un fragmento del mítico especial de las olimpiadas (uno de ellos), como no, de Mortadelo y Filemón. Fui tan osado de adjuntar poema y alguna otra cosa más. Al día siguiente me devolvió el presente en forma de fragmento de Esther y su mundo. ¡Uf!, ha contraatacado mucho más fuerte que yo - pensé -. La sucesión de viñetas era completamente incoherente para mí. Ciertamente la colección de tebeos no podía titularse de ninguna otra manera. Siempre he intentado recordar dónde comenzó mi problema para entender a ciertas mujeres pero ninguna de las anécdotas me parecía razón suficiente. Por lo tanto, acabo de encontrar el motivo por el cual suelo acordarme de estos puntos oscuros de mi oscura juventud. ¡Literatura terapéutica!